Este acto de ir al mar, de sumergirse en sus aguas o de lanzar flores al océano, se considera un medio para atraer buena suerte, salud y prosperidad en los meses venideros.
Visitar la playa el 1 de enero es sinónimo de limpieza espiritual. Después de las festividades, los brindis y las celebraciones de fin de año, la playa ofrece un espacio perfecto para la introspección.
El sonido de las olas, el horizonte infinito y la inmensidad del mar permiten una pausa mental, lejos de las preocupaciones cotidianas.
En muchos casos, este regreso al mar está acompañado de la idea de “empezar de nuevo”, como si el agua pudiera borrar los errores del año anterior y dar la bienvenida a nuevas oportunidades.
En las culturas de diversas partes del mundo, las playas también tienen una fuerte carga simbólica asociada a la purificación y la renovación.
En países de América Latina, como Brasil, es común que las personas acudan a las playas el 1 de enero para rendir homenaje a la diosa del mar, Iemanjá, en una tradición que implica ofrendas y ceremonias de agradecimiento.
Este acto de ir al mar, de sumergirse en sus aguas o de lanzar flores al océano, se considera un medio para atraer buena suerte, salud y prosperidad en los meses venideros.
En otras latitudes, como en Europa, la tradición de un “baño de Año Nuevo” también es popular, especialmente en países como Dinamarca, el Reino Unido o Alemania, donde grupos de valientes se lanzan al mar helado como una forma de “renovar el cuerpo y el alma”.
Esta práctica no solo tiene un componente simbólico, sino también físico, ya que el choque del agua fría es considerado un estímulo para el sistema inmunológico y un reto personal que marca el inicio del año con una sensación de superación.
En México, muchas playas de las costas son visitadas por miles de turistas nacionales e internacionales así como habitantes locales de las entidades costeras.
En Yucatán, que cuenta con 360 kilómetros de playas todas son concurridas el 1 de enero.
En esta ocasión visitamos El Playón, ubicada en el costado oriente de la bocana del puerto de abrigo de Chuburná Puerto y mide poco más de 300 metros desde la carretera que comunica al refugio pesquero con la comisaría costera donde se encuentran las dunas.
Es una playa “virgen” de ahí que muchas personas la desconozcan, pero a diferencia de éstas, quienes ya la han descubierto coinciden en que es una maravilla natural de Yucatán, en donde la paz social que se vive permite disfrutar al mil por ciento de esta belleza natural que ofrece amaneceres y atardeceres “imperdibles”.
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