“Soy la Perfecta Siempre Virgen María, La Madre del verdadero y único Dios”; lo llaman Juan Diego, pero su nombre original es “Cuauahtlatoatzin” que en Azteca significa “el que habla como un águila”.
“Qué hermoso es ver correr sobre los montes al mensajero que anuncia la paz, que trae buenas noticias, que anuncia la salvación” (Isaías 52,7)
“Con tus oídos oirás una voz que te dirá: Éste es el camino. Síguelo sin desviarte, ni a la derecha, ni a la izquierda”. (Isaías, 30, 21)
Hoy sábado de la primera semana del Adviento, celebramos a San Juan Diego de Cuahtlatoatzin.
La historia comienza un sábado, muy de mañana, en un pedregal donde hasta la hierba lucha por crecer, y es el que está atravesando un indio de 57 años en el alba del 9 de diciembre de 1531. Desde que fue bautizado un año atrás lo llaman Juan Diego, pero su nombre original es “Cuauahtlatoatzin” que en Azteca significa “el que habla como un águila”.
Juan Diego estaba yendo, desde su pueblo a la Ciudad de México, a la catequesis que daban los primeros misioneros españoles.
Al llegar al pie del cerro Tepeyac, Juan Diego se siente atraído por una cosa extraña. Un canto de pájaro que nunca había oído antes. Luego el silencio y una dulce voz que lo llama: “Juantzin, Juan Diegotzin”. El hombre sube a la cima de la colina y se encuentra de frente a una joven con un vestido que brilla como el sol. Se arrodilla en su presencia y la escucha presentarse:
“Soy la Perfecta Siempre Virgen María, La Madre del verdadero y único Dios”.
Un signo para creer.
La Señora confía una tarea a Juan Diego, informar al obispo sobre lo que le ha sucedido para que se construya un templo mariano al pie de la colina. El obispo Zumárraga, no cree ni una palabra y le pide que le dé una señal.
El prodigio de la Tilma”.
La Virgen invita a Juan Diego a subir al cerro a recoger flores para llevarlas al obispo. Entre las piedras han nacido unas espléndidas “rosas de Castilla”, algo imposible en pleno diciembre.
El indio recoge algunas de ellas y las envuelve en su tilma, la manta de tela tosca que usa, y luego se va a la Ciudad de México.
Después de una larga espera, fue presentado al obispo. Juan Diego cuenta los hechos y luego desenrolla su manta frente a los presentes.
En el mismo instante, en la tilma se reproduce la imagen de la Virgen, el icono destinado a hacerse famoso y venerado en todas partes del mundo, hasta nuestros días.
El guardián de la Virgen.
El obispo se hace acompañar al lugar de las apariciones, hace comenzar la obra y ya el 26 de diciembre la primera capilla estaba lista junto a la colina del milagro. Juan Diego, viudo desde hacía algunos años, pide y consigue habitar en una pequeña casa adyacente a la capilla.
Durante otros 17 años, hasta 1548, cuando muere en el mismo cerro del Tepeyac, siendo fiel guardián de la Señora, la Virgen morenita.
San Juan Pablo II proclamará a Juan Diego Santo el 31 de julio de 2002.
San Juan Diego encontró en la SabiduríaBíblica conocimiento y doctrina para venerar a la Santísima Madre de Jesucristo, único y verdadero Dios por quien se vive.
En Mateo. 10, 6-8, Jesús les da poder a sus doce discípulos para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias y para proclamar que ya se acerca el Reino de los cielos.
Quien tenga oídos que oiga.
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