En la víspera de Año Nuevo, la tradición de comer doce uvas simboliza los deseos para cada mes.
Cada 31 de diciembre, cuando las manecillas del reloj marcan las cero horas, millones de personas alrededor del mundo mantienen viva una de las costumbres más significativas para dar la bienvenida al nuevo año: comer 12 uvas al compás de las campanadas de medianoche.
Este ritual está impregnado de simbolismo y tradición, siendo adoptado por culturas que buscan un inicio próspero para los meses venideros. Aunque extendida en América Latina y Europa, su origen se remonta al ingenio y la adaptación de una época particular en la historia de España.
Se cree que esta costumbre nació en España como una solución creativa a un excedente en la producción de uvas. En 1909, los viticultores de Alicante promocionaron paquetes de 12 uvas bajo la denominación de “uvas de la suerte”. Sin embargo, existen registros que sugieren una raíz aún más antigua, vinculada a parodias sociales y celebraciones de la clase alta en la Puerta del Sol, en Madrid.
LA HISTORIA DETRÁS DE LAS 12 UVAS
Los primeros indicios de esta costumbre aparecen en registros periodísticos de 1882, donde se mencionan reuniones populares en Madrid durante la llegada del Año Nuevo. En estas celebraciones, las uvas formaban parte de un acto satírico organizado por las clases trabajadoras, que imitaban los fastuosos banquetes de la aristocracia. Con champán en mano y uvas como acompañantes, las elites festejaban con exclusividad, mientras que las clases humildes replicaban esta práctica en un gesto humorístico.
La tradición ganó popularidad cuando se combinó con la narrativa comercial del siglo XX. La cosecha extraordinaria de uvas en 1909 fue un catalizador que llevó a los agricultores a vender paquetes de doce unidades con la promesa de prosperidad y buena suerte.
Comer las 12 uvas a la medianoche no solo es un acto gastronómico, también un ejercicio de deseo y esperanza. Cada uva representa un mes del año, y se cree que al ingerirlas mientras se formulan anhelos, se atrae buena suerte y abundancia. Esta práctica, aparentemente sencilla, simboliza la preparación emocional y espiritual para afrontar los desafíos de un nuevo ciclo.
En algunas regiones, las uvas han sido sustituidas por otros alimentos, como pasas, manteniendo el simbolismo original. La esencia del ritual permanece inalterada: una invitación a la reflexión y la proyección de objetivos mientras el reloj marca el inicio del nuevo año.
CÓMO LLEGÓ ESTA TRADICIÓN A OTROS PAÍSES
En muchos hogares, la familia se reúne alrededor de la mesa en una atmósfera de fraternidad. Las uvas no solo representan deseos individuales, sino también una forma de estrechar lazos familiares y comunitarios al compartir la misma esperanza de un futuro mejor.
En Madrid, la Puerta del Sol es el epicentro de esta celebración. Miles de personas se congregan cada 31 de diciembre para escuchar las campanadas de su icónico reloj y disfrutar de las 12 uvas en un evento que combina historia, cultura y festividad. La escena se ha replicado en plazas y hogares de diversas ciudades, convirtiéndose en un ritual colectivo.
Aunque el contexto pueda variar entre países y regiones, el mensaje subyacente de las 12 uvas es universal: la renovación y la esperanza de que el nuevo año traiga consigo momentos de alegría y realización.
Su permanencia como una tradición viva demuestra cómo un acto sencillo puede tener un impacto significativo en la construcción de significados compartidos.
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