La generación Z vuelve a las calles el 20 de Noviembre: seguridad, justicia y verdad frente al desfile oficial.

“Entre el Ángel y Campo Marte: jóvenes retan el discurso oficial y convocan nueva marcha nacional”.
Un país en riesgo de cruzar dos movilizaciones.
Desde 1968, he aprendido que el espacio público nunca es neutro: pertenece a quien lo habita, lo defiende, lo cuestiona. Y este 20 de noviembre, una fecha históricamente destinada a recordar el estallido de la Revolución Mexicana, se ha convertido en un punto de tensión entre la conmemoración oficial y el reclamo ciudadano encabezado por la Generación Z.
Ese día, mientras el Gobierno federal prepara el tradicional desfile cívico-militar, miles de jóvenes planean marchar desde el Ángel de la Independencia hacia el Zócalo capitalino, exigiendo un cambio urgente en la estrategia de seguridad, castigo a la corrupción y justicia por el asesinato del alcalde de Uruapan, Carlos Manzo, crimen que para ellos no solo simboliza la vulnerabilidad de los municipios, sino el fracaso general del Estado en proteger a sus propias autoridades.

El choque potencial no es menor: el desfile está programado para iniciar a las 9:00 horas en el Zócalo y terminar a las 11:00 en Campo Marte. La marcha juvenil avanzará por el mismo corredor histórico, la columna vertebral política de la capital. Dos narrativas en un mismo espacio: orden oficial vs. reclamo social.
La generación que no quiere esperar su turno
La Generación Z, nacida entre 1997 y 2012, ha sorprendido al país. Acostumbrada a ser la población más observada, pero menos escuchada, ha encontrado en las redes sociales una plataforma para organizarse sin intermediarios, sin partidos, y sin la sombra de los liderazgos tradicionales.
El sábado 15 de noviembre lograron convocar a 17,000 personas en la CDMX. La marcha fue mayoritariamente pacífica, hasta que un enfrentamiento con elementos de seguridad en el Zócalo dejó 120 lesionados y 40 detenidos, escenas que rápidamente se viralizaron y generaron indignación.

Lejos de inhibirse, la respuesta juvenil fue convocar a un segundo movimiento, esta vez nacional, llamando a los 32 estados a replicar los mismos puntos de inicio y final utilizados el sábado. La frase que acompaña la convocatoria, “Mexicanos al grito de guerra”, busca apropiarse de un símbolo nacional para exigir lo que ellos consideran una deuda histórica: seguridad y justicia.
El anime como lenguaje político: One Piece en las pancartas
Parte del magnetismo del movimiento radica en su estética. La Generación Z utiliza como símbolo el logo de One Piece, el legendario anime de piratas que ha marcado a millones de jóvenes. Puede parecer trivial, pero no lo es: para ellos representa la búsqueda de libertad, lealtad, comunidad y resistencia frente a un poder injusto.
En marchas pasadas se vieron banderas con el símbolo pirata ondeando junto a la bandera de México, una mezcla cultural que resume la identidad híbrida de las juventudes contemporáneas.

Para el poder político tradicional, esta estética resulta desconcertante. Para los jóvenes, es natural: hablan el lenguaje de su época, un lenguaje digital, transnacional y crítico.
Las redes hierven: estados listos, Mérida expectante
Aunque en Mérida no se ha emitido una convocatoria formal, las redes locales muestran alta actividad. Videos informativos, hilos explicativos y recordatorios de rutas anteriores están circulando desde cuentas con cientos y miles de seguidores. En estados como Jalisco, Nuevo León, Puebla, Chiapas y Michoacán los organizadores ya confirmaron su participación y llamaron a salir a las calles.
La organización es líquida y veloz: no hay comités, no hay líderes visibles, no hay estructuras jerárquicas. Todo se mueve por replicación digital. Y esa ausencia de forma es precisamente lo que desconcierta a las autoridades.

El Gobierno responde: entre la cautela y la confrontación narrativa
La presidenta Claudia Sheinbaum reconoció que se analiza si el desfile podrá realizarse en su ruta y horario habituales, dada la coincidencia con la marcha. En su conferencia mañanera pidió evitar provocaciones:
“No caer en la provocación y en la violencia (…) Todos aquellos que la están promoviendo hacen muy mal al país”.
El mensaje intenta reducir tensiones, pero para miles de jóvenes suena a una advertencia velada después de los hechos del 15 de noviembre. La memoria inmediata pesa: los golpes, los escudos, las detenciones.
Cuando el discurso intenta reducir una multitud a bots
Uno de los momentos más tensos previos a esta nueva movilización fue la declaración del secretario de Educación Pública, Mario Delgado Carrillo, quien afirmó que buena parte de quienes participaron en redes sociales durante la marcha del 15 de noviembre eran “bots”, no personas reales.
La respuesta fue inmediata: estudiantes, trabajadores, familias enteras publicaron fotografías de sí mismos marchando, mostrando pancartas, caminando del Ángel al Zócalo bajo el símbolo de One Piece o con carteles improvisados.

Como periodista que ha documentado marchas desde Tlatelolco hasta Ayotzinapa, puedo afirmar que esta movilización tiene los rasgos más genuinos de la protesta orgánica: rapidez en la convocatoria, estética propia, desconfianza hacia los partidos, reclamos puntuales, uso intensivo de redes de pares y una narrativa centrada en seguridad y justicia, no en ideologías electorales.
Cuando un movimiento juvenil es tachado de “no real” por una institución destinada a educar, el conflicto deja de ser político y se vuelve generacional.
El asesinato de Carlos Manzo: el punto de quiebre
El crimen que detonó la indignación ocurrió en Uruapan. El alcalde Carlos Manzo, a poco tiempo de asumir funciones, fue asesinado a tiros. Para la Generación Z, que creció en un México acostumbrado a la violencia, este hecho simbolizó un límite: “Si matan a un alcalde, ¿qué queda para nosotros?”, repetían usuarios en redes.
Pero no se trata sólo de indignación moral, sino de una lectura política profunda: el Estado, en varios territorios del país, no garantiza protección básica ni a sus propios representantes.

La marcha del 20 de noviembre exige justicia para Manzo no sólo por él, sino por lo que representa: la fragilidad institucional.
El 20 de noviembre: entre la historia heroica y la crisis contemporánea
El desfile conmemorativo del aniversario de la Revolución Mexicana es una tradición de más de un siglo. Caballos, adelitas, elementos del Ejército y la Marina, grupos deportivos y recreativos recorren el Centro Histórico. El gobierno lo utiliza como un espacio de unidad nacional y orgullo histórico.
Pero para la Generación Z, esa narrativa oficial contrasta con el país actual: desaparecidos, homicidios, inseguridad cotidiana, corrupción y un sistema judicial incapaz de castigar a responsables.
Ellos preguntan: “¿Qué estamos celebrando si no tenemos seguridad?”
Por eso el 20N de este año es distinto: la conmemoración histórica coincide con un presente que exige respuestas.
Rutas que se cruzan: riesgo de tensión en Reforma y el Zócalo
Si el desfile y la marcha mantienen sus rutas originales, las avenidas Reforma, Juárez, Madero y el Zócalo se convertirán en puntos de encuentro impredecibles.
La experiencia histórica ha demostrado que cuando dos movilizaciones con objetivos distintos convergen, la tensión puede dispararse, incluso sin intención.

Los jóvenes prometen marchar en paz. El gobierno asegura que garantizará el orden.
Pero la ciudad es un organismo vivo: cualquier gesto, cualquier cordón policial, cualquier empujón puede cambiar el rumbo del día.
El país en un espejo: dos generaciones, dos visiones
Lo que ocurrirá este 20 de noviembre es más que un cruce logístico. Es el reflejo de un país con dos grandes narrativas en conflicto:
El Estado: que busca mantener la tradición, la ceremonia y la unidad simbólica.
La Generación Z: que exige justicia, seguridad y un alto a la corrupción.
Ambos creen tener la razón.
Ambos usarán las calles para expresarla.
El desenlace, una vez más, se escribirá en las avenidas de la capital… Y lo mismo ocurrirá en las principales avenidas de las principales ciudades en el interior del país.
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