El lenguaje y la comunicación: debemos ser claros y específicos al hablar; receptivos, sensibles y analíticos al escuchar.
“La mayoría de la gente no escucha con la intención de comprender, lo hacen con la intención de responder sin haber comprendido”
Stephen Covey
Por : Ing. A.A.González F.
Colegio Mundial de Ingenieros Civiles
Past President
La enorme dificultad que tenemos todos los seres humanos para comunicarnos y lograr que sean comprendidas nuestras palabras y contenidos, ha sido motivo de estudio por grandes psicoanalistas como Sigmund Freud y Jaques Lacan.
A pesar de tener origen en Freud, el psicoanálisis “Lacaniano” es una experiencia de lenguaje, es decir, se trata de un sujeto que habla a un analista, que tiene como respuesta la interpretación.
De manera sucinta podemos inferir que el psicoanálisis “Lacaniano” es un tratamiento que implica al sujeto en su habla y su inconsciente.
Desde esta base, podemos considerar que el lenguaje es un instrumento eficaz para comunicarnos, pero no cesa de producir malentendidos, y este malentendido es inherente al lenguaje humano.
En base a sus considerandos el psicoanalista francés, Jaques Lacan (Seminario I) expone un ejemplo de comunicación entre las abejas, que con una especie de “danza perfecta” comunican a sus compañeras dónde se encuentra el objetivo, sin equívoco ni malentendido.
“Con el lenguaje humano, siempre decimos un poco más o un poco menos de lo que queríamos decir y muchas veces, algo distinto a lo que queríamos expresar”.
Esto es algo que se presenta constantemente en las relaciones afectivas, por ejemplo, una persona le dice a su pareja “quiero pasar un tiempo sólo” y la otra persona puede entender que ya no quiere estar con ella y que el amor se terminó.
Este malentendido fundamental del discurso entre los seres humanos, es el que J. Lacan postula, fijando que sólo podemos saber el significado de nuestro mensaje, cuando el otro escucha, dando punto y pausa para que el mensaje tenga su verdadero sentido.
Destaca también la diferencia entre la palabra vacía, donde se habla sin decir nada, pensando que se dice todo lo que se quería decir, hasta que aparece un fallo en el discurso, es decir, aparece una palabra plena y ajena.
El típico ejemplo es el de la persona que está teniendo relaciones de cualquier índole con su pareja y de repente le dice cualquier otro nombre, desde el de su madre o el de su ex. Toda palabra tiene siempre un más allá, otro fondo se diría, ya que puede contener varias funciones y envolver varios sentidos.
Tras lo que dice un discurso, está lo que él quiere decir, y tras lo que quiere decir está otro querer decir, y esto nunca terminará a menos que lleguemos a sostener que la palabra tiene una función creadora, que debe ser la verdad.
Así que por una parte debemos ser claros y específicos al hablar, mientras que, por la otra, receptivos, sensibles y analíticos al escuchar, para poder entendernos adecuadamente.
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